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Cuando un plato de sopa se convierte en la única esperanza

En varias avenidas y mercados pueden verse personas que comen de la basura, incluso sin estar en situación de calle. El dirigente Antonio Ecarri cree urgente abrir canales humanitarios en el país

Un mural pinta la frase “Tu dignidad es valiosa, no renuncies a ella” frente a la iglesia María Auxiliadora de Sarría, justo al lado de la alguna vez polémica torre Confinanzas. Adentro, en un patio abierto donde se asoman vitrales con figuras de santos, incansablemente las señoras Aida, Astrid, Josefina, Antonieta, Ivett y Carmen Edith pican papas y ocumos para la sopa que a fuego lento cocina en una olla inmensa el señor Benedicto.

Alrededor de las 11 de la mañana, una cola comienza a formarse frente a la iglesia, pero los transeúntes saben que no es para comprar ningún producto regulado. Gente de la tercera edad, algunos niños y una madre joven con un coche, forman parte de un grupo diverso, donde varios están bien vestidos, otros con la piel curtida y la ropa desgastada, pero todos esperan pacientes afuera, movidos por una razón en común: La promesa de un plato de sopa que les ayude a saciar el hambre al menos por un día.

Antonieta Díaz, encargada de la Pastoral Social de la Parroquia, dice que aunque hace algunos años se entregaban bolsas de comida, ya no pueden seguir haciéndolo debido a la situación actual del país, así que desde hace 4 meses realizan estos “Sancochos solidarios” cada 15 días con la colaboración de la comunidad y algunos establecimientos que donan todo tipo de alimentos, medicinas, e incluso dinero y ropa para las personas necesitadas que acuden al lugar.

“Una de las experiencias más bonitas es que los que vienen a comer son muy pobres y tienen un corazón grandísimo”, afirma el Párroco Orlando Gramcko, quien afirma sentirse satisfecho por la labor que realizan, pues al igual que organizaciones como Caracas Mi Convive, o la Fundación Negra Hipólita, buscan solución a las personas que no poseen recursos para alimentarse.

Más de 150 ollas en todo el país

Las ollas solidarias, o comunitarias, forman parte del trabajo hecho por Cáritas Venezuela en 300 parroquias de todo el país, quienes de la mano de la Conferencia Episcopal Venezolana, empresas privadas y cooperación internacional, otorgan las ollas y aportes económicos a Cáritas Parroquial. Junto a su voluntariado en las iglesias de cada comunidad, organizan jornadas de alimentación que benefician alrededor de 14.600 personas, para un aproximado de más de 150 ollas comunitarias en toda Venezuela, informó María Leonor Sánchez, encargada de visibilidad y medios de comunicación de Cáritas Venezuela.

Estos proyectos se realizan enmarcados en la celebración del Año de la Misericordia, concluido el 20 de noviembre en el Vaticano por el Papa Francisco, y en el llamado realizado por el Arzobispo de Caracas, Cardenal Jorge Urosa Savino, a que los sacerdotes permanezcan en las barriadas populares para colaborar y ayudar a los más necesitados para que “no haya nadie que muera por desnutrición o pase hambre”.

El Párroco Orlando así lo cumple desde el momento en que se enteró de la existencia del proyecto, aunque admite que solo fue una coincidencia que tocara en el Año de la Misericordia, pues el principal motivo para su realización es la gran cantidad de personas que se aprecian en las calles comiendo de la basura. Afirma que atienden cerca de 150 personas por jornada, de las cuales aproximadamente 20, son niños que en su mayoría viven en la calle, pero también reciben a aquellos ciudadanos que no les alcanza el dinero para comprar comida, caso que dice se ha incrementado recientemente.

Un problema que crece

La situación no siempre lució tan crítica para el país. En junio de 2013, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), reconoció a Venezuela por sus políticas de erradicación del hambre. En aquella oportunidad, la presidenta del Instituto Nacional de Nutrición, Marilyn Di Luca, recibió con bombos y platillos la noticia junto a otros personajes del gobierno, y anunció que para entonces, el índice de muerte por desnutrición había disminuido en 80% y que casi el 100% de la población tenía acceso a sus 3 comidas diarias.

La FAO volvió a reconocer a Venezuela en 2015. Sin embargo, la situación del país ya era completamente diferente. La Encuesta Condiciones de Vida realizada en ese momento por la UCV, USB y UCAB, reveló que ya para ese año el 87% de los venezolanos no contaba con ingresos suficientes para abastecer su hogar, y cerca del 12,1% comía sólo 2 veces al día.

En la actualidad, no hay cifras oficiales que permitan sondear el hambre en el país, pero basta un simple vistazo a las calles para corroborar que en zonas como Sabana Grande o Quinta Crespo, al problema de la basura se le suma en cada esquina la vista de grupos que por las tardes se aglomeran en las afueras de los restaurantes. Comerciantes de la panadería “La Tonia” en el bulevar de Pérez Bonalde, reportan que todos los días personas esperan a que saquen las bolsas de basura para llevárselas, así que optan por separar los residuos comestibles. También cuentan que niños de alrededor de 12 años suelen venir a pedir comida a la barra, por lo que les dan algún pan o producto sobrante.

En la cola de la iglesia María Auxiliadora, son muchas las historias de gente cuya dieta gira en torno a los basureros. Yolimar apenas tiene 18 años, y con su bebé de 9 meses en brazos, reconoce ya varias veces haber comido de los desechos. Trabaja junto a su marido vendiendo tarjetas en las camionetas, y lo poco que gana se le va rápido en mantener a su hija. Tiene un mes asistiendo a la olla solidaria y aunque recibía antes ayuda de la Fundación del Niño, esta se ha vuelto cada vez menos constante por lo que teme que para 2017 su situación pueda empeorar.

A su lado, un sujeto de la fila que prefirió permanecer en el anonimato, contó que después de estudiar gastronomía y trabajar varios años como chef de cocina, se ha visto también en la necesidad de comer de la basura. Vive en Caricuao bajo un techo donde trabaja descargando mercancía. “¿Sabes cuántos sacos de sal tenemos que cargar para ganarnos 3000bs? Una gandola. ¿Y qué haces tú con 3000bs?”, se cuestiona entre gritos.

Hambre sin distinción de clases

Un fenómeno en el que tanto comerciantes como voluntarios coinciden, es que cada vez se aprecian más ciudadanos que sin estar en situación de calle, se las ven complicadas para conseguir alimentos.

Cuando el padre Gramcko pregunta en el comedor quiénes vienen por primera vez, el señor Osvaldo es uno de los muchos que levanta la mano. Bien vestido y callado, no aparenta tener la necesidad de recurrir a la caridad ajena, pero a sus 69 años, la pensión no le alcanza para cubrir sus gastos y pagar el alquiler hace que no cuente con dinero suficiente para hacer un mercado decente. Jamás ha comido de la basura por un tema de higiene, pero confiesa que en varias oportunidades le ha provocado. “Tenía mucho tiempo sin comer sopa, es algo imposible de hacer para mí y toda mi familia pues resulta una inversión muy grande” comenta emocionado tras el almuerzo mientras busca al padre para agradecerle su acción y manifiesta su interés por colaborar en próximas oportunidades.

Para el presidente de la fundación Arturo Uslar Pietri y de la Casa del Lápiz, Antonio Ecarri, el hambre ya toca a la clase media popular venezolana, y hasta a la clase media-media. Asegura que el origen del problema está en el modelo económico del gobierno, que según él, el Plan de la Patria acabó con la producción nacional.

“Aquí hay casos severos de violaciones a los derechos humanos” denuncia el también abogado y educador, lo que puede certificarse al revisar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se establece en su Artículo 25 que: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios (…)”.

El Estado venezolano defiende su capacidad de proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad a través de sus emblemáticos programas sociales, conocidos popularmente como misiones. Desde la Misión Negra Hipólita, dependiente del Ministerio del Popular para las Comunas, la realidad parece ser otra. La directora de la oficina de atención al ciudadano, Mery Vielma, reivindica las acciones realizadas en atención integral a personas en situación de calle durante los 10 años que tiene la misión, pues asevera que en los abordajes realizados en diversas plazas y áreas del centro de Caracas, pudieron comprobar que al menos un 80% de las personas afectadas presentaban algún tipo de adicción al alcohol o a drogas ilícitas, por lo que el programa se reformuló para hacer énfasis en la rehabilitación y capacitación socio-productiva de los individuos para su reinserción social. Es por ello que para Vielma, esto “no es un problema de pobreza, sino más bien cultural”.

Luchar por la integridad

Las soluciones no escapan de los políticos, y por ello, el tema está planteado en la mesa de diálogo establecida entre el gobierno y la oposición. Así lo confirmó Ecarri, quien asegura que integrantes de la UNASUR y del partido Acción Democrática se ha comprometido en plantear en dicha instancia de diálogo un documento que propone como solución convertir a toda la red de escuelas públicas oficiales del país en comedores escolares y en la apertura, a través de Cáritas Internacional, de ayuda humanitaria propuesta por países como Brasil, España y otros integrantes de la Unión Europea.

El político considera necesario aprobar este plan, pues según estudios realizados por la Fundación Arturo Uslar Pietri, 9 millones de niños se encuentran en riesgo de malnutrición o desnutrición, lo que supone una amenaza para la integridad física y neurológica de los niños, así como un peligro para su capacidad de aprendizaje y por ende, para el futuro de Venezuela, insiste.

La Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (LOPNNA) establece en su Artículo 32 sobre el Derecho a la Integridad Personal, que: “Todos los niños y adolescentes tienen derecho a la integridad personal. Este derecho comprende la integridad física, psíquica y moral”.

A pesar de no contar con ayuda gubernamental desde hace 1 año, el padre Orlando y las voluntarias, que con alegría y humildad trabajan como una familia para ayudar a los más necesitados, seguirán haciendo esfuerzos en la lucha por la integridad de esas personas. Para el próximo año esperan, con mucha más colaboración de todos los venezolanos, realizar las ollas semanalmente y con la unión de al menos 7 clínicas, poder efectuar mensualmente chequeos médicos y hasta operaciones para quien lo amerite.

“De la conducta de cada uno depende el destino de todos”, postula Alejandro Magno. Estos ciudadanos, con su esfuerzo, no sólo demuestran que la solución a la crisis está en cada uno de los venezolanos, sino que en tiempos difíciles, un plato de sopa y un pedazo de pan pueden tener para algunos, un sabor de esperanza.


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